NO HAGAS DAÑO A LOS DEMÁS
“El Hombre que hace daño a los demás, se lo hace a sí mismo.” Hesíodo. Poeta y filósofo griego del que se fecha su nacimiento en la segunda mitad del siglo VIII a.C.
Hesíodo quería profundizar en la condición del ser humano desde la óptica de la actitud frente a los demás. Hay una máxima que creo que se cumple a “pies juntillas” : dar para recibir. Durante nuestra vida recibimos de alguna manera lo que vamos dando.
Hay que tener cuidado con lo que se hace, lo que se dice, incluso lo que se piensa, porque algún día nos podemos ver en la tesitura de encontrarnos frente a lo que sembramos. Las maldades se pagan.
Hacer daño a los demás provoca dos víctimas: el que recibe el daño y el que lo provoca. Al principio no parece que sea así, pero el tiempo devuelve lo que haces. La persona que acostumbra a sembrar maldades para extraer beneficios en provecho propio termina convirtiéndose en una persona con trastornos emocionales, psicológicos donde imperan las emociones negativas…»amargados» que terminan amargando su entorno. Yo soy de los que piensa como Jean – Jacques Rousseau: «el hombre es bueno por naturaleza». Dentro de nosotros están todas las virtudes y defectos, y solo nosotros decidimos lo que vamos a ser, aunque inicialmente impera la bondad sobre todas las demás virtudes. La persona que decide hacer daño a los demás lo decide desde su conciencia individual, a veces, en muchas ocasiones empujado por algunas circunstancias, pero en las manos de uno mismo está la capacidad para modificar actitudes aprendidas negativas.
Hay una frase que impera entre otras en mi vida y que un día dejamos grabada en las paredes de una escuela en Cusco, en nuestra labor de voluntariado, a través de la Asociación Indakana: “Yo quiero que tú seas mejor porque de esa forma me haces mejor a mí”. La filosofía de la evolución a través de una conciencia individual hacia una conciencia colectiva. La filosofía del compartir en vez de competir, de jugar en vez de juzgar, de creer que un mundo mejor es posible, a través del cambio de conciencia.
Desde la compasión puede llegar a entenderse al otro, al que llega a hacer daño para consecución de beneficios. Solo desde ese punto.
Hesíodo no solo abogaba porque los seres humanos no hicieran el mal, sino que iba más lejos al plantear en su filosofía que el ser humano hiciese todo lo posible por hacer el bien para experimentar la alegría que supone el ser una buena persona.
En la Asociación Indakana tenemos un lema precioso: “El altruismo se contagia: ¡contágiate!». Igual que las conductas malignas se aprenden también se aprenden las conductas bondadosas. Hagamos que imperen estas segundas. Los que acostumbran a tener conductas dañinas sufren un empobrecimiento espiritual, donde imperará la amargura, el rencor, la tristeza… ¿Tu qué prefieres? Pues analiza que haces en tu vida por los demás… que acciones imperan en tu vida. Mírate al espejo más allá de tu lápiz de labios o de tu afeitado.
La belleza espiritual es la belleza de la naturaleza, de la actitud vital positiva y proactiva. Cultívala todos los días y no olvides que lo que hagas y lo que des te será devuelto.
“Hartico” estoy de los pobres de espíritu, los que hacen el mal, para obtener beneficios propios, y luego se pasan la vida quejándose de lo que no reciben. Mendrugos espirituales: ¡despertad de vuestro letargo!
José Luis Mellado Vergel
Socio León y Vergel Asesores, S.L.