Las nuevas generaciones se encuentran en un bucle que no les permite evolucionar en su carrera profesional, o al menos iniciarla.
Ante la búsqueda de su primer contacto con el mundo laboral, la falta de experiencia es un hándicap que no les permite iniciar si quiera un proceso de selección, ya que, en la mayoría de las ofertas es requisito indispensable contar con al menos tres años de experiencia profesional para el puesto vacante, pero al no pasar ni la fase de aceptación es imposible conseguir esa experiencia, es la pescadilla que se muerde la cola: la falta de experiencia anula el empleo y la falta de empleo provoca esa misma falta de experiencia.
Actualmente la normativa laboral ofrece un abanico muy amplio de modalidades contractuales que premian a la empresa con bonificaciones o deducciones sociales si se decantan por esta opción para ampliar la plantilla, pero a la vez despliegan una serie de requisitos para acceder a los mismos que dificulta bastante la búsqueda de candidatos.
Véase por ejemplo el Contrato de Formación, bonificando al 100% la cuota de Seguridad Social a cargo de la empresa en el caso de cumplir el resto de condiciones, como que el futuro trabajador no cuente con estudios para el puesto ofertado o la acotación de edad, en 30 años, dejando fuera un elevado sector de la población que aún no ha tenido la oportunidad de acceder a un empleo y ante la falta del mismo se vuelca en la fiebre de la «títulitis», continuar formándose y sumar carreras, masters y cursos en su Currículum Vitae.
Desde el punto de vista empresarial, no les descubro nada nuevo si digo que la crisis ha provocado la precariedad a la hora de ofertar un puesto de trabajo, ya que, al minuto de publicar una vacante se reciben cientos, y me quedo corta, de candidatos dispuestos a prestar servicios sin rechistar por el horario o salario propuesto, lo que pone a la empresa en una posición tan ventajosa en la que no cabe mucho la negociación de las condiciones laborales, ya que si no lo haces tú, pasan al siguiente.
Las empresas conocen muy bien la situación y cuentan con un ejército en desempleo de jóvenes muy preparados y formados sin experiencia profesional que son contratados como becarios para suplir puesto en los que se les exige la misma responsabilidad que a un trabajador con años de experiencia pero bajo unas condiciones salariales ínfimas.
En conclusión reflexiono sobre las políticas laborales, que deberían reflejar algo más la realidad y estudiar las necesidades de empresas y jóvenes desempleados, en vez de enorgullecerse de modalidades contractuales que suenan muy bien, como puede ser la Tarifa Plana, que una vez se conoce la letra pequeña no es tan revolucionario ni impulsan el crecimiento del empleo.
Gádor Hervia
Departamento Laboral