Decía José Luis Borges que había cometido el peor de los pecados que uno puede cometer: No ser feliz. No conozco a nadie que tenga como objetivo en la vida ser un desgraciado o un infeliz, aunque si es cierto que hay miles de personas que de forma inconsciente trabajan arduamente sin saberlo en ser infelices, y hasta se llegan a sentir bien en ese estado , porque para ellos esa es su zona de comodidad. Si estableciéramos un objetivo universal común al ser humano seguramente llegaríamos todos a la conclusión que es ser felices. Creo que una de las claves de la felicidad está en el desapego. Decía Buda: ”El mundo está lleno de sufrimientos; la raíz del sufrimiento es el apego; la supresión del sufrimiento es la eliminación del apego.”
Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua que apego es afecto, cariño, o estimación hacia una persona o cosa, y desapego lo define como la falta de cariño o interés, alejamiento, frialdad. Estas definiciones nada tienen que ver con el concepto que se desarrolla en el mundo de las emociones. Y son precisamente estos conceptos los que hacen más difícil la comprensión del desapego como clave de la felicidad.
El desapego podría definirse como «carencia de sed«.¿Y qué es el apego? Es un estado emocional de vinculación compulsiva a una cosa o persona determinada, originado por la creencia de que sin esa cosa o persona, no es posible ser feliz. Ser una persona desapegada no implica que se sea distante, fría o que no se valore lo que tanto sacrificio ha costado conseguir.
“Una persona que aprende a vivir con lo que tiene, pero no siente temor de perderlo se puede considerar verdaderamente libre. Aquel que no acumula bienes, objetos o personas sino que disfruta de todo cuanto tiene y no tiene es una persona feliz y sabia, uno aprende a valorar las cosas, lamentablemente gracias al sufrimiento”, sostiene la Licenciada en Filosofía, la argentina Carolina Renzetti. Dice Mónica Esgueva en su libro “Cuando sea feliz” : que se suele asociar el desapego a la indiferencia y a la apatía. Cuántas veces no nos ha sorprendido la sonrisa de un niño del “mal llamado” tercer mundo que en ausencia de lo material y a veces de lo emocional mantiene esa sonrisa como signo de su felicidad y de su vida, y desde el lado del confort no somos capaces de entenderlo. Una de las experiencias más impactantes de mi vida ha sido un viaje que hice en agosto del 2012 a Guatemala, a través de una Fundación por motivos solidarios. Un mes donde afiancé mi idea de la felicidad y del desapego. Viajar sin nada ni nadie de lo que mantiene diariamente mi zona de confort, la distancia con mis emociones y mis bienes materiales, me hizo sentir mi capacidad de desapego y que mi felicidad no dependía de todo eso, que podía llegar a ser feliz sin nada de lo que me rodea diariamente. Y eso no significa que vaya a renunciar a mis seres queridos ni a lo que tanto esfuerzo me ha costado conseguir, en lo material, entendí que no hay un solo momento en tu vida en el que no tengas cuanto necesitas para… Ser Feliz. Allí conocí a personas que no tenían nada y que su capacidad de amar y de ser felices superaba con creces la de cualquier persona que conociera en Almería. Que eso depende fundamentalmente de nosotros y no de factores externos. Quizás la experiencia más dura que un ser humano pueda experimentar es sobrevivir a su descendencia, de lo más desgarrador es que unos padres pierdan a un hijo, esto puede parecer enormemente frío y distante pero debemos estar preparados todos los que somos padres a que esa experiencia puede surgirnos y que hasta eso se supera. El desapego es la conciencia plena de la posible pérdida de algo que poseemos y que eso en ningún caso pueda suponernos el hundimiento de nuestro ser, desarrollando la capacidad vital para sobrevivir a la pérdida. Ayer, una amiga que decidió este fin de semana separarse de su pareja, me decía que tenía clara la decisión adoptada pero que aún así se sentía muy mal. Es normal que eso ocurra porque esa ruptura a un apego emocional que ha desarrollado durante un tiempo supone un cambio y una salida de la zona de comodidad; cuando más avanzada y trabajada esté en su conocimiento interior antes saldrá de su tiempo de duelo.
Todas las cosas a las que te apegas, y sin las que estás convencido que no puedes ser feliz, son simplemente tus motivos de angustias. Lo que te hace feliz no es la situación que te rodea, sino los pensamientos que hay en tu mente.
El apego es un estado emocional que tiene dos puntas, una positiva y otra negativa. La positiva es el estado de placer y la emoción que sientes cuando logras aquello a que estás apegado. La negativa es la sensación de amenaza y la tensión que lo acompañan, lo que te hace vulnerable al desorden emocional y amenaza constantemente con hacer añicos tu paz.
Observa bien: Si no se consigue el objeto del apego, origina infelicidad; y si se lo consigue solo produce un instante de placer seguido de la preocupación y el temor a perderlo. ¿Podemos ganar la batalla contra los apegos? Si, renunciando a ellos. Cambiando nuestra programación.
El Amor solo puede existir en libertad. Dice Mónica Esgueva, acertada y utópicamente que el amor de pareja debe ser una prolongación de la libertad individual del individuo, y yo añado, y nunca una castración continua de esa libertad. Elige entre tu apego y la felicidad. Lo que necesitas no es renunciar, sino comprender, tomar conciencia. Si tus apegos te han ocasionado sufrimiento, esa es una gran ayuda para comprender, y si alguna vez experimentaste el sentimiento de libertad te será útil recordarlo. Borra en ti el ¡que feliz me haces! y el ¡esto me hace feliz.!
Sólo tú puedes hacerte feliz, y todos los momentos presentes lo son porque tú estás en ellos.
Mónica Esgueva dice que: «lo primordial no es abandonarlo todo aislándonos y recluyéndonos en un convento, sino saber que si llegara el caso, podríamos hacerlo, porque lo material está aquí para facilitarnos la vida y hacerla más placentera, no para subyugarnos”. Esta fue la principal enseñanza que obtuve en mi viaje a Guatemala.
José Luis Mellado Vergel
Dpto. de la Felicidad